La gran incertidumbre para la siguiente temporada de huracanes

La temporada de huracanes en México está a menos de un mes de distancia y es tiempo de repasar qué tan bien preparados estamos como sociedad para enfrentar estos fenómenos y su potencial catastrófico. Entre los factores a considerar están el nivel de actividad de la temporada (cosa difícil de estimar con precisión), la preparación de la población, y qué tan afiladas están las herramientas institucionales de nuestro país (y las de Estados Unidos) para enfrentarlos. Este año, me parece que la última variable es especialmente incierta, pues las instituciones estadounidenses que vigilan la tierra y que son importantes para México están bajo ataque por el gobierno del presidente Donald Trump.

¿Qué determina que una temporada sea poco o muy mala para un país? Además del número de huracanes y qué tan expuesta esté la población, importa el nivel de preparación de las autoridades y las comunidades para enfrentar uno. Todos los años existe el riesgo de que un ciclón tropical* toque tierra en México y desencadene consecuencias catastróficas, sin importar si la temporada es muy activa o poco activa. Por esto, las autoridades mexicanas de los tres niveles de gobierno deben estar siempre bien equipadas y preparadas para vigilar el tiempo y actuar según se requiera.


Para vigilar y pronosticar el tiempo, las instituciones de México dependen en gran medida del trabajo de instituciones estadounidenses. Son de particular importancia la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) y el Centro Nacional de Huracanes (NHC), que es el organismo responsable ante la OMM** de proveer información sobre los ciclones tropicales que se ubican en las áreas relevantes para México. Estas instituciones son relevantes para nuestro país porque los expertos y los modelos de pronóstico como los que operan el CENAPRED y el Servicio Meteorológico Nacional de la CONAGUA requieren de datos del estado actual de la atmósfera para poder predecir su evolución. Estos datos típicamente se obtienen de los sistemas de observación y pronóstico global mantenidos por EE. UU. (aunque también se utilizan datos recolectados por México y otros países). Además de estas simulaciones, Estados Unidos provee observaciones satelitales, procesamiento de datos, mediciones recolectadas por aviones caza huracanes, otras simulaciones computacionales del tiempo. Todos estos datos y herramientas son necesarias para los trabajos y los modelos regionales de pronóstico meteorológico de autoridades, universidades y empresas de meteorología en México.

La necesidad de recibir información de otros países deriva de razones naturales y políticas. Por un lado, la atmósfera y el océano no se preocupan por límites territoriales, y los fenómenos meteorológicos que en ellos ocurren atraviesan fronteras. Es por esto que, para predecir el tiempo en el territorio mexicano, se requiere información del estado de la atmósfera y el océano en otros lugares como los océanos Atlántico y Pacífico, y los territorios de los países cercanos y lejanos. Por otra parte, Estados Unidos ha contado con los recursos técnicos, humanos, económicos y políticos para desarrollar el sistema de observación y predicción de la atmósfera y el océano más avanzado y con mayor cobertura del mundo, por lo que hay mediciones que solo EE. UU. puede hacer, incluso fuera de su territorio (por ejemplo, los aviones caza huracanes que penetran las tormentas y recolectan información valiosa). Hasta ahora, EE. UU. ha compartido abiertamente y a través de canales institucionales su información con otros países.

Sin embargo, las instituciones científicas de Estados Unidos han estado bajo ataque durante el gobierno del presidente Donald Trump. Al tratar de silenciar la ciencia del clima y recortar el presupuesto federal, su administración debilitó la capacidad del país para enfrentar fenómenos hidrometeorológicos extremos, como los huracanes. Por ejemplo, en febrero, diez empleados (cuatro tripulantes) fueron despedidos del equipo caza huracanes de la NOAA (algunos de estos empleados fueron recontratados en marzo, pero no todos). Además, la NOAA ha despedido a cientos de empleados técnicos en distintas oficinas del Servicio Meteorológico Nacional de los EE. UU. (NWS) y está reduciendo o eliminando totalmente las actividades de investigación de estas y otras instituciones que se ocupan de entender el tiempo y el clima. Los despidos en el NWS ya han causado la disminución de sondas atmosféricas enviadas en algunas oficinas y que alimentan sus pronósticos, y algunos empleados temen que los avisos meteorológicos no lleguen a tiempo.

El riesgo para México no es solo que la información deje de existir (el peor escenario), o sea de menor calidad. También es posible que la información no llegue a tiempo, lo que puede tener fuertes consecuencias. Si una de las piezas de todo el mecanismo de generación y procesamiento de información no provee información a tiempo, las autoridades y la población tienen menos tiempo para reaccionar. El huracán Otis de 2023 es una muestra de la importancia de la información pronta. La rápida intensificación de Otis y los malos pronósticos computacionales (nacionales y extranjeros) disminuyeron el tiempo disponible de preparación de los tres niveles del gobierno mexicano. Fue la primera misión de un avión caza huracanes estadounidense hacia esta tormenta la que, al penetrar en el ojo, dio la primera señal de que el huracán era mucho más intenso de lo que los pronósticos y estimaciones mostraban. De no haber habido misión caza huracanes en ese momento, el gobierno de México habría tenido aún menos tiempo para alertar a la población.

No es muy aventurado decir que los cambios en las instituciones estadounidenses podrían reducir la calidad de los pronósticos meteorológicos que alimentan a los modelos de los organismos mexicanos, aunque la forma final de las afectaciones no la sabremos hasta que avance la temporada. Sin embargo, no necesitamos esperar a la temporada para empezar a pensar a futuro. El contexto actual llama, como en muchas otras áreas, a redoblar esfuerzos para ampliar nuestras propias capacidades técnicas y fortalecer alianzas con otros países interesados, de manera que nuestra preparación sea más robusta ante cambios políticos externos. Solo de esta forma, reduciremos la incertidumbre en las variables sociales e institucionales de la vulnerabilidad de México ante los huracanes.

* Un huracán es un ciclón tropical muy intenso. Siendo totalmente formales, no todos los ciclones tropicales son huracanes. En este texto, sin embargo, uso los términos de la misma forma. ** Organización Meteorológica Mundial